Este el modo en que ambas sustancias unen fuerzas para
confundir a su cerebro
Pongámonos en situación. Hace unos meses que dejó de fumar.
Tras más de una década dándole al pitillo, con fuerza de voluntad y buen humor, consiguió acabar con
el dichoso vicio. Usted sabe que aquella fue una decisión realmente acertada. No se arrepiente de ello ni un solo
día. Pero por algún motivo que desconoce, cada vez que se toma unas cañas de
aperitivo o una copa con unos amigos, el cerebro le envía unas señales un tanto
sospechosas a su cuerpo. No puede apartar la mirada del cigarro de su amigo: el
ya superado síndrome de abstinencia está haciendo de las suyas. Y lo hace con
gran intensidad. Dicho de otro modo, con una copa en la mano, las ganas de echarse un
pitillo crecen exponencialmente.
No se preocupe, usted no es el único a quien le sucede. Y
esta reacción no significa que no haya superado su adicción a la nicotina.
Sencillamente se debe a que existe una relación entre el consumo de alcohol y
tabaco. Sergio Morchón, especialista en tabaquismo en el Hospital Universitari
de Bellvitge: “Los bebedores tienen tres veces más probabilidad de ser
fumadores que los que no beben. Aunque la adicción física al tabaco y al
alcohol tienen diferentes modos de acción, es posible que tengan mecanismos
cerebrales comunes”. Morchón afirma que es difícil encontrar una explicación
científica, aunque algunos
estudios demuestran que el uso conjunto de ambas sustancias aumenta el
placer obtenido.
Otro estudio, publicado en la revista Drug and
Alcohol Dependence bajo el título 'Cessation of alcohol consumption
decreases rate of nicotine metabolism in male alcohol-dependent smokers'
('Abandonar el consumo de alcohol reduce la tasa metabólica de la nicotina en
fumadores hombres alcohólicos'), relaciona ambas prácticas. En concreto,
explica que el alcohol acelera el proceso de metabolización de la nicotina. Lo
detalla Francisco Camarelles, médico de familia y vicepresidente del Comité Nacional de Prevención del
Tabaquismo: “Al beber alcohol, la nicotina se descompone más rápidamente en
el organismo y el cerebro pide más; así que se fuma más”.
Además, están las trampas que maquina el cerebro, como
indica Marcos Llanero, coordinador del Grupo de Estudio de Neuroquímica de la Sociedad Española de Neurología:
“Es lo que en psicología se denomina 'condicionamiento clásico'. Lo que viene a
decir que si dos cosas suelen ocurrir juntas, el cerebro las acabará
asociando”. Como en el contexto social es muy habitual fumar mientras se bebe,
ambas acciones acaban siendo relacionadas entre sí: “Cuando el exfumador bebe,
recuerda lo ya olvidado”, asegura Llanero. Y hay más razones. En la Universidad
de Missouri han realizado un estudio que concluye que el tabaco contrarresta el
efecto sedante del alcohol.
Dos sustancias primas hermanas
Queda claro que ambos consumos (alcancen o no la categoría
de 'adicción') se retroalimentan e influyen mutuamente. Sergio Morchón subraya:
“Cuando fumamos necesitamos más alcohol para obtener los mismos efectos de
ebriedad. Y a la inversa: cuando bebemos, el cuerpo nos pide más nicotina para
obtener el mismo placer. Es lo que se conoce como 'tolerancia cruzada'. Además,
en algún estudio reciente se ha demostrado que el tabaco
podría aumentar el daño cerebral causado por el alcohol. Y existen enfermedades
originadas por su combinación, como los cánceres orales, que aumentan exponencialmente si el paciente fuma y bebe
en exceso”.
Así, para dejar de fumar, ayuda abandonar el alcohol. Lo
dice Camarelles: “Cuando un fumador está desenganchándose el tabaco, se le
aconseja que limite, modere o se abstenga del consumo de alcohol en las
primeras semanas, ya que propicia la recaída”. Consumir alcohol cuando se está
dejando de fumar reduce el éxito del abandono hasta en un 40%, según el
portavoz del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo.
Pero, como decíamos al arranque, incluso habiendo dejado de
fumar, le apetecerá ese cigarrillo. Evítelo. Así lo justifica Morchón: “Un solo
podría suponer una recaída. La nicotina es una droga potente; y consumirla una
vez superado el síndrome de abstinencia volverá a activar una necesidad en sus
receptores. Por otro lado, al beber y fumar se reinstaura un hábito que se
había superado. Psicológicamente, es un paso atrás”. No hay truco para
defenderse de esa triquiñuela del cerebro. Solo funciona la fuerza de voluntad.
"Mentalizarse de que ese primer cigarrillo es la puerta a una recaída: si
sopesamos lo que ello supone, posiblemente, obtengamos el coraje para evitarlo”,
concluye el especialista en tabaquismo.
El pais
Centro Terapéutico Valle del Tiétar
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